“SOLO UN YO SUFICIENTEMENTE
FUERTE ES CAPAZ DE MORIR”
.
Entrevistamos al Dr. Miguel Fraile,
que acaba de publicar ‘Más allá del yo: Utilización de la meditación budista
Vipassana (Mindfulness) como Técnica de Psicoterapia’ (Mandala Ediciones).
Líbido,
superyó, narcisismo. ¿Cómo casa esta terminología del psicoanálisis con la
meditación?
Es una
respuesta sencilla, tanto la meditación como la psicoterapia trabajan con la
mente. En el momento en que tenemos una explicación de la mente y de su
funcionamiento, da igual que utilicemos una técnica psicoterapéutica o la
meditación. Por eso se puede hablar de líbido, de superyó o de narcisismo,
porque en definitiva son estructuras y funciones de la mente. Es necesario
utilizar el esquema explicativo de la psicología para luego, a través de la
mente, poder entender qué es lo que estamos haciendo interna y psicológicamente
en nuestra mente y en nuestro mundo emocional con la meditación.
¿Cuál es la
actitud para una buena meditación?
Sentarse y
observar. Sin pensar que eso nos va a permitir conseguir nada. Porque en el
momento en que estemos pensando en alcanzar una meta no seremos libres a la
hora de meditar, con lo cual nos estaremos perdiendo aquello que podríamos
encontrar sin buscarlo.
A tus
alumnos y a tus lectores les recomiendas para meditar la técnica budista de
Vipassana.
Sí. En
principio, para cualquier persona que se inicia en la práctica de la
meditación, lo sensato es observar las sensaciones físicas dadas
espontáneamente en el cuerpo. Es una técnica de atención mental.
Se trata
entonces del cultivo de la atención mental.
Por una
razón muy simple, la atención mental es la única actividad de la mente que no
está contaminada por las emociones. El pensamiento, las ideas, la ideación
continua, todo ese tipo de elementos están siempre contaminados por nuestro
mundo emocional. La atención mental es simplemente observar atentamente, sin
juzgar ni intervenir en nada de lo observado.
Dices en
‘Más allá del yo’ que a través de la meditación surgen el interior inconsciente
y esas emociones ocultas que también nos condicionan. ¿Cómo identificamos qué
emociones debemos trabajar y cuáles no?
Desde la
práctica de la meditación no hay que trabajar unas emociones sí y otras no, hay
que trabajar todas las emociones que aparezcan. Unas nos gustarán y otras no,
unas serán más claras, otras serán menos claras, unas las conoceremos por ser habituales,
otras nos resultarán inhabituales; pero sean las que sean simplemente hay que
observarlas. Con la práctica de Vipassana el mecanismo para acceder al
conocimiento emocional es muy simple: observar sensaciones físicas que están
asociadas a componentes emocionales dentro de nosotros. Y por este camino
llegamos a la observación de todas nuestras emociones más profundas.
Apuntas que
la meditación nos lleva al autoconocimiento, que modifica nuestros procesos
mentales y, al fin y al cabo, nuestra vida diaria.
Lógicamente,
porque modifica nuestra colocación en el mundo. Hace que nos relacionemos con
nuestro mundo deseante de una forma mucho más adulta, no tan infantil, que
reclama que nuestros deseos sean satisfechos inmediatamente. Es aprender a
incrementar nuestra tolerancia a la frustración, es aprender también a luchar
mejor por nuestros deseos, no de una forma compulsiva o patológica. Y es un
camino que exige un mínimo de constancia y disciplina.
¿Al bucear
en el autoconocimiento no hay un riesgo, perdóname la expresión, en
automedicarse emocionalmente?
Si no
conoces bien las indicaciones terapéuticas de los medicamentos, te pueden
perjudicar los efectos secundarios. En este caso, la automedicación es
simplemente observar desde la atención mental. Eso no le perjudica nunca a
nadie, no tiene un efecto secundario dañino. Otra cosa es que dentro de lo
observado nos pongamos a manejarlo, diciendo esto no me gusta, esto no lo
quiero, esto tiene que crecer en mí, esto tiene que desaparecer. Eso ya es
patológico. Vipassana es la observación atenta y ecuánime, sin juzgar nada de
lo percibido. Eso no le hace daño a nadie.
Pero quizá
eso es lo más difícil en este proceso, desligarse de los sentimientos, separar
lo que observa de lo observado.
Es lo más
difícil. Las emociones nos están dominando por dentro y enseguida queremos que
aquello que nos gusta permanezca y aquello que nos molesta desaparezca de
nuestro interior. Pero eso es justo lo que hay que aprender a través de la
meditación, el observar de forma ecuánime, sin reaccionar ni con apego ni con
rechazo a nada de lo observado. La vida es mucho más amplia que nuestros gustos
personales. Lo realmente importante es todo el conjunto de elementos que nos
conforman internamente. Y luego por supuesto aprender a ir más allá de ellos.
Eso es ir más allá del yo.
Dices en el
libro que “la psicoterapia mejora el mundo emocional, y la meditación libera la
conciencia de ese mundo emocional”.
Mi gran
tesis, mantenida tanto en mi libro ‘Meditación y Psicoanálisis’ como en éste
último, es que solo un yo suficientemente fuerte es capaz de morir. Para
fortalecer el yo hay que integrar y asumir todo el mundo emocional interno y
hacer desaparecer el influjo inconsciente. Una vez logrado, se trasciende, y
entonces vamos realmente más allá del yo.
Va en
consonancia cuanto dices con que primero hay que aprender a ser uno mismo para
luego aprender a quitarse de en medio.
Exactamente.
La psicoterapia nos va a ayudar a conocer nuestro mundo emocional interno, y
aunque no es un camino tan lento como la meditación, no nos va a llevar más
allá del yo. La atención mental que nos otorga la meditación hace que nuestra
conciencia se despegue de todos los componentes que nos conforman a nivel
psíquico y físico. Al despegarse, la conciencia puede observarlos, y al poder
observarlos puede trascenderlos. En lugar de vivir atrapada, la conciencia se
dispara, y a partir de ese momento se modifica no sólo la conciencia, sino
también lo observado.
Incides
mucho en la importancia de “el aquí y el ahora”.
La atención
está siempre en el presente. No hay atención fuera del presente. Lo que hay son
estructuras deseantes. El deseo siempre tiene una proyección temporal, pero la
atención mental no, ocurre siempre en el presente. Parece que si nos
focalizamos en el presente de la atención mental, perdemos la posibilidad de un
desarrollo personal de nuestros propios intereses, pero eso es justamente la
meditación. Siempre hay un presente. Nos puede dar la sensación de que perdemos
la vida de alguna forma, pero es que la vida no está en el proyecto, la vida
está en el presente.
Eso entronca
con esta frase del libro: “Al meditar no hay más espejo que la atención mental,
y ante ella somos lo que somos sin engaños ni tabúes”.
Somos lo que
somos, y la meditación es el espejo en el que nos reflejamos internamente. Lo
que pasa es que al principio de la meditación nos dejamos fascinar siempre por
lo reflejado, y nos interesa mucho aquello que va apareciendo, y eso hay que
trascenderlo. Porque lo importante no es lo reflejado, pues siempre va a haber
algo que reflejar, sino lo que refleja. Es decir, el foco de luz que es la
atención mental es lo importante, no aquello que se ve a través de ese foco de
luz. Al principio, como proceso de maduración interior a nivel emocional, nos
interesa más lo observado porque forma parte de todos nuestros componentes
emocionales no suficientemente integrados, pero una vez integrados lo
importante no es lo observado sino lo que observa.
Entonces hay
que superar los sentimientos para trascender esta realidad.
Primero hay
que integrar esa realidad y asumirla como propia, eso es fortalecer el yo. No
podemos negar esas emociones que están en nosotros aunque no nos gusten. Son
nuestras. Primero hay que integrarlas. Cuando el yo es fuerte entonces se puede
trascender. Pero si intentamos trascender nuestro mundo emocional sin haberlo
integrado, sin tener la capacidad de sentir y de decir “este soy yo”, entonces
no conseguiremos trascender nada. Solo un yo lo suficientemente fuerte es capaz
de morir, insisto.
Le das mucha
relevancia a nombrar las sensaciones que van apareciendo según se progresa en
el mundo interno.
Es necesario
reconocer y saber qué es lo que estamos sintiendo, porque si no seremos
analfabetos emocionales. No somos capaces de poner en palabras aquello que
sentimos. La forma de poder trascender eso primero pasa por reconocerlo, por
ponerlo en palabras para poder avanzar. Igual hasta tenemos que crear palabras
internamente para describir ciertas emociones; pero eso es una riqueza, es lo que
hacen los poetas. A través de las imágenes mentales que crean con sus palabras,
los poetas expresan emociones y sentimientos, digamos, no tan frecuentes como
los que los demás seres humanos manejamos. Eso es algo que a través de la
meditación también podemos desarrollar, el descubrir sensaciones inhabituales
en nosotros mismos y que podamos definirlas con palabras propias o con un
conjunto de imágenes verbales que respondan a lo que sentimos.
‘Más allá
del yo’ es un acercamiento práctico de la meditación a la vida cotidiana. ¿No
crees que la meditación se percibe como algo ajeno cuando oímos expresiones
teóricamente inalcanzables como nirvana o liberación?
Lo
importante no es el nirvana ni la liberación, por maravillosos que puedan ser.
Lo importante es seguir un camino interior de autoconocimiento que nos va a
permitir sufrir cada vez menos; eliminar ese cúmulo de dolor interno que no
necesitamos en nuestra vida, y que sin embargo la conforma en el momento en que
estamos dominados por el deseo. No se practica Vipassana con la finalidad de
alcanzar el nirvana. Si llega, bendito sea, pero no creo que nos alcance en
nuestro mundo occidental de una forma fácil.
Entonces lo
práctico sería seguir el camino del medio que recomienda Buda, lejos de los
extremos de la austeridad y de los sentidos.
Claro. El
libro va orientado a ayudar a las personas a que, utilizando la meditación
budista, aprendan a superar su propio sufrimiento interno. Que fuera orientado
a alcanzar el nirvana sería un delirio por mi parte.
Me intriga
esta cita de San Juan de la Cruz que incluyes: “Hay que tener igual capacidad
de amor y de olvido hacia todos los seres sintientes”.
Para mí es
la expresión del amor perfecto, porque ahí no hay deseo. El amor humano siempre
está contaminado por el deseo. Queremos más a unas personas que a otras, ¿Y por
qué?, porque nos hacen sentir mejor. Aquellos que no nos hacen sentir mejor nos
dan igual. Mientras que el amor trascendente es aquel que no hace distinciones
entre los seres humanos. Es un amor que no se liga a ningún ser en concreto, es
el amor por el amor.