ESCRITO POR RAMIRO CALLE
Desde niño siempre he buscado la paz
interior. No hay tesoro comparable y por eso la antigua instrucción mística
reza: "No hay nada que pague un instante de paz". Y Buda declaraba:
"No hay otra dicha que la paz interior". Desde mis primeros años de
vida sentí, como si me mordiera el alma, la angustia que me provocaba el vacío
existencial. Desde que tuve uso de razón, y quizá antes con otro lenguaje no
conceptual, me pregunté por la vida y por la muerte y me enfrenté a ese gran
misterio que era no solo nacer, sino tener que nacer para irremisiblemente
morir. Muchos años
después aprendería que el liberado-viviente ni viene ni se marcha y que para él vida yu muerte son los dos lados de un mismo espejo. Ya en mi infancia experimentaba atribulado esa "soledad del ser" que me instaba a buscar respuestas a los grandes interrogantes de la vida. Esa "soledad del ser" que ha sido una constante en todos mis relatos espirituales y que me impulsó, como una fuerza arrolladora e irresistible, a buscar sin tregua en toda clase de sistemas espirituales, corrientes mistéricas y esotéricas, psicologías de la autorrealización, y a relacionarme con todas aquellas personas con las que podía compartir mis inquietudes y sensibilidades místicas y que, como yo, eran como "sabuesos" persiguiendo pistas para poder echar un vistazo más allá de las apariencias y poder hallar así cierto consuelo interior.
En la larga marcha hacia la paz interior, en esa aventura del espíritu a la que el que la siente no puede sustraerse, encontré, como todo buscador de lo Incondicionado, momentos de plenitud e instantes de desolación, avances y retrocesos, certezas y muchas dudas, alegría y pesadumbre, pero siempre con la suficiente consistencia, aunque a veces el ama maltrecha, para seguir caminando o arrastrándome, pero proseguir aunque a veces pareciera abrirse un abismo bajo los pies.
Tras mi grave enfermedad, después de estar tantos días debatiéndome entre la vida y la muerte, experimenté en las semanas sucesivas a la misma, durante la recuperación ya en casa, un sosiego inefable y era como si mucha de mi anterior vehemencia hubiera dado paso a un sentimiento de tranquilidad insospechada, pero que había estado buscando mucho tiempo, desde esos días a los que mi memoria apenas alcanza. Y basándome en mi propia experiencia de enferemdad, concebí un relato espiritual al que no podía titular de otro modo que "En Busca de la Paz Interior", que habría de ser publicado por la Editorial Kailas tras haber depositado una vez más su confianza en mí Angel Fernández Fermoselle, mi editor y amigo del alma.
El protagonista de este relato, tras haber estado en el umbral de la muerte por una grave enfermedad y ser consciente de su vulnerabilidad, reflexiona profundamente y decide modificar toda su vida, enfrentándose a su yo social para comenzar a buscar, a costa de todo, su yo real. Y así, el protagonista de este relato iniciático, emprende un prolongado viaje por los Andes y los Himalayas, para recibir enseñanzas de una anciana chamán y de un avanzado yogui. Es la búsqueda del Sentido y la necesidad por conferirle un propósito a la vida. Es la persecución de la Consciencia más allá de las peripecias del ego. En las aguas serenas de la paz interior se refleja todo el esplendor del Universo.
después aprendería que el liberado-viviente ni viene ni se marcha y que para él vida yu muerte son los dos lados de un mismo espejo. Ya en mi infancia experimentaba atribulado esa "soledad del ser" que me instaba a buscar respuestas a los grandes interrogantes de la vida. Esa "soledad del ser" que ha sido una constante en todos mis relatos espirituales y que me impulsó, como una fuerza arrolladora e irresistible, a buscar sin tregua en toda clase de sistemas espirituales, corrientes mistéricas y esotéricas, psicologías de la autorrealización, y a relacionarme con todas aquellas personas con las que podía compartir mis inquietudes y sensibilidades místicas y que, como yo, eran como "sabuesos" persiguiendo pistas para poder echar un vistazo más allá de las apariencias y poder hallar así cierto consuelo interior.
En la larga marcha hacia la paz interior, en esa aventura del espíritu a la que el que la siente no puede sustraerse, encontré, como todo buscador de lo Incondicionado, momentos de plenitud e instantes de desolación, avances y retrocesos, certezas y muchas dudas, alegría y pesadumbre, pero siempre con la suficiente consistencia, aunque a veces el ama maltrecha, para seguir caminando o arrastrándome, pero proseguir aunque a veces pareciera abrirse un abismo bajo los pies.
Tras mi grave enfermedad, después de estar tantos días debatiéndome entre la vida y la muerte, experimenté en las semanas sucesivas a la misma, durante la recuperación ya en casa, un sosiego inefable y era como si mucha de mi anterior vehemencia hubiera dado paso a un sentimiento de tranquilidad insospechada, pero que había estado buscando mucho tiempo, desde esos días a los que mi memoria apenas alcanza. Y basándome en mi propia experiencia de enferemdad, concebí un relato espiritual al que no podía titular de otro modo que "En Busca de la Paz Interior", que habría de ser publicado por la Editorial Kailas tras haber depositado una vez más su confianza en mí Angel Fernández Fermoselle, mi editor y amigo del alma.
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