martes, 13 de junio de 2017

"Mindfulness es más fácil y asequible”




“Minfulness es una forma de atender en la cual hay aceptación, presencia… sin ese juicio que delimita las cosas”, dice Gustavo G. Diex, quien lleva impartiendo cursos de Mindfulness en la Universidad Complutense desde 2009, por los que han pasado más de 500 personas. Entrevistan Sita Ruiz y Pepa Castro. Foto José Ferrer.
Mindfulness es tan sencillo como darse cuenta des condicionadamente (sin datos del pasado), con la frescura del momento. “Cuando nos damos cuenta de nosotros mismos, empezamos a hacer valoraciones de lo que nos pasa dentro. Minfulness es una forma de atender en la cual hay aceptación, presencia, apertura constante sin ese juicio que delimita las cosas”, explica Gustavo Diex.
Mindfulness no es, pues, nada raro ni complejo ni nuevo…
No, no es algo extraño que nos haya pasado recientemente, sino una técnica que lleva milenios en práctica. Fue primeramente descrito por el Buda, entra dentro de la tradición budista, y luego se ha desarrollado como un modo de liberar la forma de
percibir el mundo. Se da en todo tipo de meditación; esa forma de mirar, con aceptación, en presente y sin juicios, sin identificaciones; un proceso psicológico sencillísimo.
Hay quienes lo identifican con técnicas de reducción de estrés, también…
Como ha sido un movimiento que en los años 60 se asoció a la meditación aplicada a personas con estrés, depresión, ansiedad en los hospitales de Estados Unidos, también muchas veces se describe como ese conjunto de técnicas que se han ido expandiendo por todo el mundo. No hay una palabra castellana que pueda definir al Mindfulness; la mejor definición para mí es un proceso atencional que es consciente.
¿A qué se debe que haya cobrado tanta popularidad en los últimos años?
Primero, porque creo que es necesario. Tenemos una forma de atender absolutamente condicionada que nos hace sentir vacíos. Estamos siempre estresados por lo que habitualmente se espera de nosotros, por lo resultados de las acciones que llevamos a cabo, por los miles de proyectos en que nos hayamos involucrados… Y sin embargo se nos ha pasado por alto algo muy esencial que es ser, simplemente. Las personas buscamos la felicidad en ese hacer y no en el ser.
Mindfulness como protocolo desvistió de culturalidad las técnicas asociadas a la meditación de las religiones y filosofías y les dio un significado profundo, limpio y bañado por la ciencia. Ese conjunto de técnicas tan sencillas, aplicadas a personas que no estaban felices y se encontraban estresadas o vacías, dio resultados, y se fueron expandiendo. Ha habido gente que se ha quitado ansiolíticos o analgésicos por meditar, o ha podido afrontar la muerte o enfermedades tan duras como el cáncer de una manera mucho más plena.
¿En que se acerca Mindfulness al Yoga?
Mindfulness no es diferente del yoga, en el sentido de que trabaja lo mismo: el darse cuenta, aunque desprovisto de toda esa culturalidad que rodea al yoga. Es un proceso que en Occidente nos tocaba vivir: redescubrir la espiritualidad. Porque al fin y al cabo el ser humano es un círculo más grande que cualquier cultura, religión o técnica como el yoga; es decir, no existiría el yoga si no existiera el ser humano. Mindfulness se está expandiendo porque es fácil, asequible y con símbolos muy comunes.
¿Se expande porque es más fácil de hacer llegar a las personas?
En el yoga como técnica, te tienes que meter en la cultura para comprenderlo, tienes que aprender sánscrito para leer texto; el Mindfulness como técnica no, pues utiliza símbolos comunes para todos. Yo he dado clases de Mindfulness en sus propios ámbitos de trabajo a psicólogos clínicos, directivos de empresas, políticos, profesores de Universidad, médicos, enfermeras. Y llega el mensaje porque se hace de tal manera que sea asumible, lógico y presentado de forma accesible a todo el mundo.
¿Cómo se te ocurrió llevar el Mindfulness a la Universidad?
Para mí el yoga, la meditación, el budismo fueron un proceso vital, me salvaron la vida. En un momento dado me di cuenta de que el ser humano construye la realidad. No es que nuestra mente esté condicionada; es que la propia mente es el condicionamiento. Construimos constantemente la realidad, y la construimos entre nosotros. Nacemos en una cultura que tiene unas bases muy delimitadas, unas creencias que asumimos completamente y no nos damos absolutamente ni cuenta.
En un momento dado fui consciente de que la única forma de que haya un cambio social es que este modo de redescubrir la vida, siendo conscientes de esa propia construcción de la realidad, se lleve a los entornos básicos de nuestra sociedad, que son la educación, la política, la sanidad, etc. Yo me centré en el que me resultaba más cercano por mi formación, la Universidad. Y porque me resultaba muy importante que todas esas técnicas fueran traducidas a un lenguaje científico.
¿Qué quieres decir, exactamente?
A mí me da igual que una experiencia de meditación que me ha cambiado la vida (como así ha sido) se pueda mostrar en una tomografía por emisión de positrones del cerebro. Pero el caso es que este tipo de imágenes permite ver cómo el cerebro cambia antes y después de meditar, y eso hace que la gente mire hacia allá y deje de ver lo que se ha visto siempre respecto a estas técnicas de meditación: que son cuentos que pertenecen a otras culturas o a la locura de unos pocos.
Al trasladarlo al entorno universitario está sucediendo un cambio; ahora, en las clases de Mindfulness que estamos dando en la Facultad de Políticas de la Complutense de Madrid, están viniendo profesores y alumnos, conserjes, personal de limpieza. O sea, todo un ecosistema de personas de muy variado perfil está tomando clases de meditación y meditando. Hace poco vi a la conserje en su salita meditando. Creo que esa es la forma de que haya un cambio social real, que no sean unos pocos, que no se marginen.
¿Qué es lo más gratificante de tu experiencia como profesor de Mindfulness?
Doy un programa de nueve semanas. En la semana octava, hay un cambio de la mente al corazón. Y cuando veo a esas personas que son muy de intelecto bajar al corazón y dar argumentos mientras se les ponen los ojos húmedos, eso me hace seguir adelante. La manera de cambiar la mente es liberarnos de condicionamientos culturales.
¿Cómo se descondiciona y se limpia una mente a través del Mindfulness?
Dogen, un maestro del siglo XIII que llevó de nuevo el budismo zen a Japón, porque estaba en decaimiento, resumía en una frase preciosa lo que es la meditación: “Conocer al Buda es conocerse a uno mismo; conocerse a uno mismo es olvidarse de uno mismo; olvidarse de uno mismo es ser uno con todas las cosas”. El proceso del Mindfulness es algo así. Al principio hay una fase de indagar sobre la realidad; uno se da cuenta de que hay muchas creencias sobre él mismo y la gente que convive con él que las ha tomado como realidad y le hacen no conectar, no tener un contacto directo. Y eso también pasa a nivel corporal. Los ojos no se abren cuando miras ni los oídos cuando oyes, sino que hay como una especie de resistencia o condicionamiento. El cuerpo está como tenso y no en contacto con el entorno.
En esa primera fase del Mindfulness se trata, como decía Dogen, de investigar en la realidad, crear una conciencia nueva, a través de una nueva atención, una atención consciente. ¿Esto a la gente cómo se lo explico? Vamos a tomar conciencia de una parte pequeña de la realidad; por ejemplo, tu cuerpo. Vamos a ver qué pasa en tu cuerpo con respecto a muchas cosas, cuando coges un objeto, cuando te sientas en una silla, cuando simplemente estás tumbado. Y se van repasando todos los condicionamientos que se tenían sobre las diversas partes del cuerpo a la luz de una nueva conciencia. Eso se ha utilizado en todas las técnicas de yoga y de meditación de todos los sitios del mundo.
Esto lleva a descubrir todos los condicionamientos que tenemos sobre todo lo que olemos, sentimos, olemos, palpamos, pensamos. Y uno se va preguntando, de manera natural, que si todo está sometido a condicionamientos, qué es lo real. Y poco a poco se va topando con la mayor de las irrealidades que es la sensación de ser uno, apartado del todo.
Y esa es ya la segunda fase del proceso Mindfulness…
Por decirlo de alguna manera, la primera etapa se llamaría de tradición Samatha y la segunda etapa sería la tradición Vipassana. En esta, uno va viendo cómo el condicionamiento es en sí mismo la imagen que tiene de sí separado del todo. Uno investiga sobre el yo que aísla de todos. Decía Dogen: olvidarse de uno mismo. Van cayendo las resistencias y se descondiciona la mente de una manera total. La última parte es ser uno con todas las cosas. Si uno lee con cierta atención los Yoga Sutras de Patañjali, no es un camino muy diferente a este del Mindfulness.
Tú eres formador de profesores de yoga. ¿Hay mucha diferencia entre lo que les explicas a ellos y tus clases de Mindfulness en la Universidad?
La formación de profesores tiene un objetivo, comprender el yoga. Sí que hay una parte en la que hablo del Mindfulness y de los programas que hago de reducción de estrés u otros basados en Mindfulness, pero sobre todo lo que intento es que la gente tenga una inmersión en el yoga como tradición. Ahí se explican otras cosas muy diferentes, como prácticas que ayudan a entrar en estados aún más abiertos de consciencia.
La persona que entra en el sendero del yoga tiene que estar iniciada, tiene que haber sentido un llamado fuerte de trascendencia de su propio estado de consciencia. Entonces, es una técnica esotérica que por ahora no es viable llevarla a sitios complejos como puede ser una Universidad. Pero sí hay aspectos del yoga que podrían acceder a la Universidad. Por ejemplo, todo lo corporal, y es básico. Me parece esencial que la corporalidad (no solo del yoga, sino de otros métodos que han trabajado lo corporal incluso de manera más profunda, como Feldenkrais, Matthias Alexander o Reich con su bioenergética) entre en la psicología, en la medicina, en las matemáticas; o sea, en la educación. Pero luego hay otras técnicas como los Yogas de Naropa o el Kriya Yoga que tiene que llover bastante para que entren en la Universidad, porque esta se tendría que abrir a otro tipo de conocimientos.
Con la ciencia hemos topado…
Ciencia es conocimiento pero la mayoría de los conocimientos que tú tienes no los has adquirido en los libros. Nunca dirías que eso es ciencia, pero sí lo es: es conocimiento en primera persona. Creo que el gran paso que se ha de dar en la Universidad es reconocer ese conocimiento fenomenológico, en primera persona. Ahí entrarían el mindulness o la meditación en general, pero también esas otras técnicas que te acercan a estados de consciencia que uno puede vivir. Ver una célula en un microscopio como visualizar una llama en tu vientre son conocimientos fenomenológicos que se pueden transmitir, no son paranoias, tienen una validez.
Cuando la comunidad científica se abra a todo esto, las universidades serán como las antiguas universidades de la India, donde había miles de personas aprendiendo no solo yoga sino también medicina. Ahora, hay mucha cerrazón… Pero no descarto que de aquí a dos años haya un máster universitario en yoga… Por lo menos en sus aspectos más externos: cuerpo, respiración, meditación.
¿Hacia dónde miras ahora?
Un proyecto inmediato es un posgrado en Mindfulness para el año que viene. Lo que tratamos en ese máster es de cómo la meditación Mindfulness ayuda a personas en muchísimas situaciones difíciles: depresión, trastornos de ansiedad, drogadicción, trastornos de la alimentación, problemas de autoestima… Hemos invitado a personas que han estado trabajando con meditación en esos ámbitos en muchas universidades: Autónoma, Complutense, Harvard, UCLA… El puntazo de este postgrado es que tiene un reconocimiento y está abierto a todo el mundo del sector sanitario, psicólogos, empresarios…
En el terreno yóguico, aparte de seguir mis estudios de budismo estoy diseñando un programa de formación antes de que las personas decidan ser profesores de yoga. Creo que aunque hayas estado haciendo yoga diez años, debes estar un periodo completo concentrado, intensivo, en una práctica de yoga de muchas horas al día para realmente decidir si eso es lo que quieres llegar a transmitir a la gente. Lo que estoy diseñando ahora es un programa que durará año medio con retiros intensivos y todo tipo de prácticas para personas que quieran vivir esa experiencia.
¿Te sientes más un yogui que un profesor o un intelectual?
Sí… un yogui en el sentido de tener un romance con el universo, aunque nunca me ha gustado fragmentarme. Me gusta lo intelectual, lo emocional, la música, la ciencia. Pero, sí, es lo que más me define porque es lo más importante para mí… Lo otro… al final me da igual saber de neurociencia o sobre textos clásicos. Lo importante es ese contacto directo con el universo; eso es lo único que, cuando lo miro en serio, no se cae.
Mucha gente quizás no sepa que la atención es tan importante.
La calidad de la atención es fundamental. No hay ninguna facultad cognitiva que no tenga su base en la atención. Si memorizas algo es porque estás atento. Incluso si quieres a alguien es porque la atención va a esa persona.
Pero la base de todo no está en las prácticas que hagas sino en cómo las inseminas; es decir, la motivación que hay en el grupo. No hace falta hacer grandes cosas ni muy complejas. Se cae mucho en eso: que si el tantrismo de Cachemira es mejor o no que la no dualidad del Vendanta advaita. Pero ¿de dónde surge la motivación para todo eso? ¿Es genuina? Las prácticas no sirven de nada si no contactas con la intención que te llevó a ellas. Si cada vez que practicas contactas con eso, poco a poco se va haciendo tan grande el fuego dentro de ti que las prácticas, aunque sean sencillas, se vuelven muy potentes.
Quizás nos hemos confundido mucho en este mundo, porque hemos caído en el paradigma de la complejidad, creyendo que lo complejo es lo mejor. Cuando lo mejor es eso, lo que te insemina.
En la vida diaria, si uno se da un tiempo al día para contactar con esa motivación, van saliendo las cosas. Para personas que tienen depresión o fibromialgia su motivación está clara: salir de ese sufrimiento. A veces, las personas con trastornos fuertes en realidad son grandes iniciados que no se han dado cuenta de ello. La enfermedad les hace ver que estaban en una forma de vida completamente equivocada.
Pero para quienes están bien, es más complejo, porque han de tener un llamado, ver claramente que hay un yo, una cáscara, que nos impide abrir las alas. Esa fuerza de querer abrir las alas es la que te va a llevar adelante, y a veces se siente tan fuerte como la sed en el desierto. Esos son los iniciados.