TÍTULO: La meditación sana
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Fuente: Angela Boto
El Mundo, 2003 |
Estas personas, lejos de tratarse de
fieles religiosos, son profesionales de todo tipo
agobiados por el estrés,
pacientes a los que sus médicos recetan unas sesiones de exploración interior
para mejorar o prevenir el dolor o individuos interesados en profundizar en sí
mismos y aprender a manejar sus emociones. Los estadounidenses pueden acceder a
cursos o sesiones de meditación en los colegios, los hospitales, en
instituciones oficiales y prisiones. En España existen centros donde se pueden
aprender diferentes técnicas, pero está todavía lejos de ser considerada una
herramienta terapéutica.
El interés de los científicos por la
meditación comenzó hace ya algunos años. En las décadas de los 60 y los 70 se
había demostrado que el uso de estas técnicas proporcionaba una extraordinaria
concentración. Un profesor de medicina de la Universidad de Harvard (EEUU),
Herbert Benson, a través de sus investigaciones llegó a la conclusión de que la
práctica milenaria contrarresta los mecanismos cerebrales asociados al estrés.
Sin embargo, el verdadero salto, y
sobre todo su divulgación masiva, han llegado de la mano de una colaboración
muy peculiar. El decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso, ha puesto a
disposición de los neurocientíficos occidentales su cerebro y el de sus monjes.
De este modo, los religiosos se han visto con el cráneo repleto de electrodos
de los sensibles instrumentos de que se dispone en la actualidad para
fotografiar lo que ocurre en sus redes neuronales cuando practican la
meditación.
EFECTOS
En esta aventura se embarcaron eminentes investigadores de numerosas instituciones. Uno de los más activos en los últimos años ha sido Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin, en EEUU. Sus trabajos no sólo se han hecho famosos por contar con un Nobel de la Paz como sujeto de experimentación, sino porque los resultados aportan datos interesantes y sorprendentes sobre la práctica milenaria. «Nuestros resultados indican que la meditación tiene efectos biológicos. Produce cambios en el cerebro asociados a emociones más positivas y mejoras en la función inmune», dijo a SALUD el investigador. Daniel Goleman, autor de numerosos libros sobre inteligencia emocional y de 'Emociones destructivas' fruto del encuentro del Dalai Lama con los científicos, explicó a este suplemento que «lo importante es que la meditación cambia la base de las emociones» y añadió que los resultados de los experimentos «tienen importantes implicaciones para la gente a la hora de valorar sus beneficios».
En esta aventura se embarcaron eminentes investigadores de numerosas instituciones. Uno de los más activos en los últimos años ha sido Richard Davidson de la Universidad de Wisconsin, en EEUU. Sus trabajos no sólo se han hecho famosos por contar con un Nobel de la Paz como sujeto de experimentación, sino porque los resultados aportan datos interesantes y sorprendentes sobre la práctica milenaria. «Nuestros resultados indican que la meditación tiene efectos biológicos. Produce cambios en el cerebro asociados a emociones más positivas y mejoras en la función inmune», dijo a SALUD el investigador. Daniel Goleman, autor de numerosos libros sobre inteligencia emocional y de 'Emociones destructivas' fruto del encuentro del Dalai Lama con los científicos, explicó a este suplemento que «lo importante es que la meditación cambia la base de las emociones» y añadió que los resultados de los experimentos «tienen importantes implicaciones para la gente a la hora de valorar sus beneficios».
Los estudios neuronales demuestran
un incremento de actividad en el lóbulo frontal izquierdo, que es la residencia
de las emociones positivas. Al mismo tiempo se reduce el funcionamiento de la
región derecha. Probablemente se preguntará en qué cambia esta realidad
cerebral la vida diaria, pues bien los neurocientíficos han observado que las
personas que emplean más la zona izquierda tardan menos tiempo en eliminar las
emociones negativas y la tensión que pueden provocar, por ejemplo, un atasco o
una discusión con el jefe. Este desequilibrio entre los hemisferios conlleva
también una reducción del miedo y la cólera.
Las investigaciones en los monjes
budistas con años de experiencia en la meditación indican que éstos tienen una
actividad significativamente mayor en el lóbulo izquierdo que las personas que
no practican esta técnica. La duda que se planteaba en los estudios con monjes
fue si sus cerebros ya eran de partida diferentes y por ello, los hallazgos
resultaban tan llamativos. Para resolver el dilema, Davidson y su equipo
decidieron investigar con personas de la calle sin experiencia alguna en las
técnicas de meditación.
Los resultados confirmaron que no es
necesario ser un consumado meditador para disfrutar sus beneficios y que el
cerebro de los monjes no era la causa de las observaciones. Los individuos que
practicaban regularmente habían desarrollado, al igual que los religiosos,
mayor actividad en el lado izquierdo del lóbulo frontal. Sin embargo, las
excelencias de la meditación no se quedaron ahí porque los científicos
comprobaron también en este grupo de voluntarios que el sistema inmune de
aquellos que se habían entregado a la exploración interior era más potente que
el de sus compañeros.
Las posibilidades de la meditación
están todavía por explorar. Davidson y su equipo tiene en marcha un trabajo con
pacientes depresivos, «del que aún no tenemos resultados». Sin embargo, John
Teasdale de la Unidad de Ciencias Cognitivas y del Cerebro en Cambridge (Reino
Unido) ya dispone de datos. Este investigador ha encontrado que la combinación
de meditación introspectiva con terapia cognitiva reduce a la mitad las
recaídas de los pacientes depresivos crónicos.
En el Centro Clínico Essen-Mitte, en
Alemania, los médicos han empleado durante cinco años un programa de meditación
introspectiva antiestrés diseñado por Jon Kabat-Zinn, un investigador de la
Universidad de Massachussetts y autor de numerosos libros sobre este tema, en
casi 3.000 pacientes con todo tipo de patologías entre las que se incluye el
cáncer. La experiencia no se planteó como un ensayo clínico, de modo que no
existen datos objetivos de los resultados, pero los facultativos observaron que
la mayoría de los individuos experimentaba mejorías significativas en su
enfermedad.
Hasta aquí algunos de los
potenciales usos terapéuticos o preventivos de la meditación. Sin embargo,
tanto el planteamiento budista como el de otras tendencias orientales en las
que se emplea regularmente esta práctica va más allá. Su uso está asociado a un
cambio de percepción de la realidad y a estimular los procesos de conciencia,
algo que también interesa extraordinariamente a los científicos y que Goleman
define como «conocimiento» de la existencia.
Uno de los personajes que parece
aprovechar este aspecto de la meditación para sus creaciones es David Lynch, el
famoso director de la serie Twin Peaks o de películas como Terciopelo azul
confiesa que consagra 90 minutos diarios a meditar desde 1973 y según recoge la
revista Time añade: «Consigo más ideas en niveles de conciencia más y más
profundos y además, tienen más claridad y poder».
Lo que parece evidente es que este
tipo de investigaciones se encuadran de lleno en la tendencia actual de lo que
se denomina medicina integral o en un contexto más amplio, el estudio de la
interacción mente-cuerpo. Después de siglos de divorcio entre estos dos
aspectos que describen al ser humano, «los nuevos datos que proporcionan las
neurociencias están matando el dualismo cartesiano», afirma Goleman. «El
cerebro junta las emociones y los pensamientos. Los mismos circuitos que nos
permiten pensar, nos permiten sentir», añade. Aunque explica que «el Dalai Lama
insiste en que los científicos pueden saber todo sobre el cerebro, pero algunos
niveles de conciencia no están limitados a este órgano». Quizá en las próximas
décadas la neurociencia tendrá que traspasar los límites del cráneo.
La mística de la red neuronal
Los cambios cerebrales que produce la práctica habitual de la meditación tienen
algunos puntos en común con los que se observan en el estado de iluminación o
éxtasis místico. Lo cual no es extraño puesto que una de las vías para alcanzar
el más alto nivel de abstracción es la meditación, como fue el caso de Buda,
pero no es ni mucho menos el único. En Oriente y en Occidente. Desde las tribus
africanas con sus danzas hasta Santa Teresa de Jesús entregada a la oración,
pasando por el ascetismo de los yoguis y por los chamanes indios bajo los
efectos del peyote , todos buscan alcanzar el éxtasis y con él entrar en
contacto con su dimensión espiritual. En su libro La Conexión divina, Francisco
J. Rubia, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, repasa todas las
investigaciones realizadas al abrigo de una nueva disciplina denominada
neuroteología, cuyo objetivo es desvelar los mecanismos neurobiológicos de las
experiencias místicas. «La conexión divina se encuentra en ciertas áreas del
lóbulo temporal», afirma Rubia. Al igual que ocurre con la meditación, esta
región está desactivada en el momento del éxtasis. La consecuencia es la
pérdida del sentido de unicidad y el sentimiento de unión con el resto de
universo. Además, la estimulación del lóbulo temporal deja vía libre al mundo
de las emociones y de la sensorialidad. Al mismo tiempo, se desconectan todos
los circuitos cerebrales situados en los lóbulos parietales que limitan y
clasifican todo lo que viene del exterior. Así, el individuo entra en un estado
en el que percibe con extraordinaria intensidad y riqueza todo lo que le rodea.
Se pierde el sentido del espacio y del tiempo y es frecuente que se visualicen
imágenes extraordinariamente luminosas. Comparado con la meditación «la
iluminación es un salto cualitativo», asegura Rubia y añade que se ha visto que
la cualidad del éxtasis es un cambio de comportamiento inmediato en la persona
que lo experimenta. «Se vuelve más compasiva», añade. Curiosamente ésta es una
de las cualidades que destacan Davidson y Goleman de los budistas con los que
han trabajado. En principio cualquier persona tiene la capacidad de vivir este
tipo de experiencias espirituales profundas. Sin embargo, tal como señala
Rubia, parece que la gran importancia que se ha dado, fundamentalmente en
Occidente, al pensamiento racional y analítico ha adormecido los centros
neuronales que sirven de enlace con esa otra realidad. Otras culturas, por el
contrario, han dado un gran valor a esta capacidad y la han cultivado.
El método para la abstracción
Existen numerosos métodos para meditar, algunos de ellos procedentes directamente de las antiguas tradiciones y otros de creación más reciente surgidos de los anteriores. En general, se establecen dos grandes grupos de técnicas. Por un lado, las que emplean un objeto en el que fijar la concentración. Éste puede ser una palabra, un texto, la propia respiración o incluso,algo externo, como una vela. De este modo, se detiene el bullicio mental que normalmente nos acompaña y se logra un estado de calma y relajación. Un ejemplo de este tipo de métodos es la meditación trascendental. Cuando una persona aprende la técnica, el instructor le proporciona una palabra que se denomina mantra que será el objeto de la concentración. Otra forma diferente es la meditación mientras se camina. En ella, la atención se centra en cada paso, en el más mínimo movimiento y en las sensaciones que se experimentan. Por otro lado, se encuentra la meditación introspectiva. En este caso, el objetivo no es detener la mente sino que se dejan discurrirr libremente los pensamientos, pero sin detenerse en ellos y sin juzgar su contenido. El meditante es un simple espectador. De este modo, la atención se centra en el momento presente y desaparecen las preocupaciones por el futuro. En este grupo se incluyen técnicas como Vipassana, cuyo origen se atribuye a Buda, que ha sido el método elegido para los experimentos de Davidson y el único del que, según él mismo, existen datos científicos. Una técnica similar, pero surgida en Japón de la mano de la filosofía Zen es el ZaZen. Estos son algunos métodos tradicionales accesibles para cualquier persona sin necesidad de tener que convertirse o profesar ninguna creencia. Es más, Michael Hyland, un profesor de salud psicológica de la Universidad de Plymouth, en Reino Unido, explicaba a la revista Time que «si te quedas mirando a un punto en el otro lado de la habitación y dejas de hablar y de
Existen numerosos métodos para meditar, algunos de ellos procedentes directamente de las antiguas tradiciones y otros de creación más reciente surgidos de los anteriores. En general, se establecen dos grandes grupos de técnicas. Por un lado, las que emplean un objeto en el que fijar la concentración. Éste puede ser una palabra, un texto, la propia respiración o incluso,algo externo, como una vela. De este modo, se detiene el bullicio mental que normalmente nos acompaña y se logra un estado de calma y relajación. Un ejemplo de este tipo de métodos es la meditación trascendental. Cuando una persona aprende la técnica, el instructor le proporciona una palabra que se denomina mantra que será el objeto de la concentración. Otra forma diferente es la meditación mientras se camina. En ella, la atención se centra en cada paso, en el más mínimo movimiento y en las sensaciones que se experimentan. Por otro lado, se encuentra la meditación introspectiva. En este caso, el objetivo no es detener la mente sino que se dejan discurrirr libremente los pensamientos, pero sin detenerse en ellos y sin juzgar su contenido. El meditante es un simple espectador. De este modo, la atención se centra en el momento presente y desaparecen las preocupaciones por el futuro. En este grupo se incluyen técnicas como Vipassana, cuyo origen se atribuye a Buda, que ha sido el método elegido para los experimentos de Davidson y el único del que, según él mismo, existen datos científicos. Una técnica similar, pero surgida en Japón de la mano de la filosofía Zen es el ZaZen. Estos son algunos métodos tradicionales accesibles para cualquier persona sin necesidad de tener que convertirse o profesar ninguna creencia. Es más, Michael Hyland, un profesor de salud psicológica de la Universidad de Plymouth, en Reino Unido, explicaba a la revista Time que «si te quedas mirando a un punto en el otro lado de la habitación y dejas de hablar y de